domingo, 30 de noviembre de 2014

Purgatorio

En un salón como este murió don Álvaro. Bolsas goteando en vías, cortineros, camillas y enfermeros haciendo que hacen. Camillas con pacientes y sus cobijas contra el frio, a alguno se le ven las medias al final de la cobija que le queda corta. Aquella vez la cortina estaba corrida, un mal intento de privacidad, pero creo que ni un muro de acero habría logrado enmudecer a mi familia. Los pacientes vecinos tenían cara de pena, de miedo, de molestia, de enfermedad, de sueño.

Los ojos desorbitados, asustados, pero todavía vivos, confundidos a ratos, reconociendo a ratos. Fue al final cuando entré por última vez al simulacro de habitación, que se los vi quietos y nublados y supe que era hora.

Hollywood miente. El bip-bip del monitor nunca se queda fijo, no hay un último suspiro perceptible, no hay palabras coherentes o significativas, no hay un gesto de arrepentimiento o de amor, mucho menos una mirada de reconocimiento. Solo se fue. Nunca estuve segura del momento preciso. Pero supe cuando ya no estaba.

Mis tías, su dolor lo entiendo bien. Deary, fue la única palabra que le escuchamos y fue para ellas, las que perdían a un hermano, eso lo conozco, ellos se conocen. Esto que siento no es claro, me desubica, no sé a quién pierdo, pero no duele menos.

Hoy estoy en el rincón donde ponen las vías, bolsas goteando, sillas de rueda, envases para muestras, caras curiosas, caras evasivas y de malestar. Esperando. Hace frio. No quiero estar aquí, pero no quiero estar en ningún lado y es por eso que estoy aquí.

Pareciera el área social del ala. Los pacientes regulares en sus pijamas hablando paja con los recién llegados. Yo solo quiero cargar mi celular y un poco de silencio. Nos morimos de frio juntos, me siento como rata de experimento.

Pareciera que esta vez nadie se está muriendo y los demás tienen a alguien que los acompañe.

“Bolsas para vómitos”, dice una caja en la estación de las enfermeras, la leo sin querer una y otra vez, e inevitablemente me da nauseas.

El muchacho que toma la presión pregunta por mi tatuaje sin esperar mucho por la respuesta. Le pone más atención a la muchacha a mi lado que se quita la suéter y deja el escote al descubierto ¿Este será el purgatorio? Esperar y esperar, que llamen tu nombre pasando lista, que te repitan por qué estas esperando. La muchacha a mi lado está deprimida por abuso doméstico, no sabe cómo dejar su situación, no sabe cómo dejar de sentir que se muere un poquito todos los días, no sabe cómo vivir. Está orgullosa de haber decidido no tener hijos, les ahorró la mala vida. Curioso que sí pudo tener esa consideración con ellos pero no con ella misma.

Llora a ratos, pongo mi brazo alrededor de su hombro, le recuerdo que ella es fuerte y sé que no me cree. Yo tampoco me creería.

Esto es el purgatorio.

Sé que por fin lo dejo atrás cuando el enfermero me lleva por un pasillo y pasamos por una puerta que dice “Sala de Reanimación – Área Roja – Sala de Reanimación”. Tiene una cruz de palma bendita pegada con una tachuela en cada puerta. Es la última puerta que muchos cruzan con vida, y yo le paso de largo.

Dos horas lo vi agonizar. Dos horas vi su cara de miedo, su lucha. Dos horas quise salir huyendo y no verlo sufrir enfrentando su mayor temor. Que también es el mío. Me vi en él, me vi tanto en él que me persigue.

Pero no pude dejarlo. “Te quiero, Pá”, le dije, “Andá tranquilo, ya sé que me querés, ahora sí lo sé. Vamos a estar bien, vos vas a estar bien, andá tranquilo. Te quiero.”

m.

1 comentario:

  1. This sounds like a truly awful, horrible, really lonely and scary day. I'm so sorry you had to go through it. Lot of love

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