No siempre que pienso en Varito es así. Siempre siento un punzón en el pecho, pero a veces además me da como un ahogo, parecido a una mano invisible que me oprime la garganta.
Por lo general es bien inoportuno, de camino a una entrevista de brete, en una salida con compas o con el chiquillo. Léase: cuando estoy tratando de pasarla bien o necesito con urgencia mantener la compostura.
Entonces me toca respirar fuerte, tragarme el nudo, batallar los ojos aguados y hacerme la loca. Pretender que no acabo de sentir un vacío espantoso de saber que no lo vuelvo a ver y concentrarme en que el sol está brillando y mi vida está más que tolerable últimamente.
De eso se trata ¿no? Apechugar y echar palante.
m.
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