miércoles, 16 de noviembre de 2011

Cerrá los ojos y respirá profundo...

- Vas por un camino, es un bosque, todo es verde y tranquilo...

Me sigue hablando y describiendo el camino, usa un montón más de palabras para decirme por dónde voy y qué veo, pero no es tanto lo que me narra si no cómo lo narra, tiene una voz tranquila y dulce y por alguna razón me logra llevar mancita en su paseo guiado. Yo soy un dolor para estas cosas porque no me terminan de convencer y me distraigo con mis propios pensamientos y me pregunto cómo me veré con los ojos cerrados imaginando cosas ¿tendré cara de lela? ¿o me veré muy seria? me han dicho que cuando no estoy sonriendo me veo enjachadora y nunca he logrado tomarme una foto seria que no parezca que quiero matar a alguien ¿Ven? Me disperso solita.

Pero esta vez no, no sé si es ese tono dulce y calmado o lo inesperado del ejercicio, quién sabe.

Entonces estoy en un bosquecillo como cualquiera en esas escenas de películas, me gustan particularmente esos caminos polvorosos con árboles a los dos lados que no dejan ver muy lejos, esa imagen la usan mucho precisamente para escenas emocionales y determinantes como cuando Forrest corrió de los bullies y Jenny le gritaba Run, Forrest, Run! o cuando Cameron Díaz va en el taxi después de despedirse de Jude Law y se da cuenta de que por fin puede llorar y se baja del taxi y se devuelve corriendo sobre la nieve en tacones de aguja –si, bien realista eso–. Ese tipo de caminos me gustan, es un cliché yo sé, pero logran la magia. En mi cabeza son bien verdes y frondosos, la calle angosta y plana, medio se puede ver el cielo entre las ramas, pero lo tuanis de esos árboles tan llenos es que uno se siente como protegido, cubierto por la naturaleza o algo por el estilo. Y por supuesto siempre hay un riachuelo paralelo al camino, no es la gran cosa, apenas como para oír la corriente y ya.

Sigo adelante y me va contando por dónde voy y qué veo, me lleva a una ciudad, todo es blanco, el suelo es blanco, las paredes son blancas y dice que hay gente cerca mío.

…a tu derecha ¿qué ves?...

Y veo una pareja, caminando abrazados, callados y con medias sonrisas, con esas caras contentas porque a veces la vida es bonita.

…a tu izquierda ¿qué ves?...

Hay una familia con un chamaco pequeño de dos años maomenos, corriendo todo chambón-robótico. Coso lindo.

Me gusta que me pregunte qué veo, me alborota la imaginación y no impone sus imágenes sobre las mías. Claro, eso de la pareja y la familia, no son casualidad, no hay que ser un psicoanalista para descifrarlo.

Dice que alguien me va a dar un mensaje, que no me asuste y esta vez usa pocas palabras. Claro, ya le dio cuerda a mi imaginación, dejó que se montara sobre las bases de su guía y al final la deja suelta.

…se te va a acercar y te va a dar un mensaje, preparáte…

Y sin tener chance para anticiparlo aparece Varito, viene caminando hacia mí como cuando anda de buen humor payaseando, anda una panta caqui y una guayabera clara. Se me acerca con una sonrisota y me ve a los ojos, me toca la cara con su mano y me dice con mucha paz todo va a estar bien, Margara.

Lloro sin abrir los ojos y me pregunta qué ví pero no logro ponerlo en palabras. Sólo le digo que me hace mucha falta mi hermano y me deja llorar un ratico.

m.

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