lunes, 26 de septiembre de 2011

A mi Yo de dieciséis años


La luna es de queso, es un hecho. Y no cualquier queso: una bola enorme de Edam, de esos que Tita compraba y había que pelarle la cera roja.  Vos te lo volabas como si no costara un ojo de la cara y lo disfrutabas simplemente porque es de-ma-sia-do rico.   Eso no se te va a quitar, vas a seguir disfrutando las cosas independientemente del costo, a vos te da el mismo gusto una chorreada con natilla casera en Zapote que una crema de langosta en un restaurante bien frufrú.  Y es que qué rico es comer, aunque me acabo de acordar de que ahorita estás en la época en que se te olvida comer.  Comé mejor, carajo.

Seguí dibujando, seguí pintando, seguí escribiendo, no tengás miedo, no lo hagás ni dejés de hacerlo por alguien más.  Vos venís de una casta de artistas, honrálos y seguí haciendo lo tuyo.  El arte es lo que vos hagás con él.  Tu arte es tuyo, no lo soltés, te vas a arrepentir.  No es inadecuado, no es insuficiente, el talento se cultiva, no lo soltés.  A vos te hace feliz y vos lo apreciás, a lo mejor si les dieras chance alguien más lo haría.  No.lo.soltés.  Nunca vas a perder el efecto que el arte produce en vos: el placer de ver colores, trazos y patrones bien combinados, piezas que alguien vió en su cabeza y creó de cero, cosas que no entendés cómo el resto del mundo no adora esa pieza como vos  ¿Cómo pueden andar por la vida sin darse cuenta de que acaban de presenciar una maravilla?   ¿No les calienta el corazoncito o el alma?  Vas a tener amigos que sí lo adoran, todavía no los has conocido pero en un par de años, mientras tanto: no lo soltés.  Carajo.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Flashes, recuerdos y defaults


Si paso frente a la puerta de una Iglesia siempre me persigno, independientemente de cómo me sienta con respecto a la religión Católica y sus tradiciones, Tati me enseñó a persignarme y ahora es un impulso automático.  Durante La Marcha de las Putas pasamos frente a la puerta de la Catedral un par de veces y vieran lo que me costó no persignarme.  Ay, la contradicción y el conflicto interno.  Las lentejas y el queque de ciruela también me recuerdan a Tati porque eran las dos cosas que siempre hacía cuando la visitábamos o para fechas importantes -el queque-.

De Tita me acuerdo cada vez que pelo una papa o me veo el dedo gordo de la mano izquierda, cuando era chiquitita le ayudaba a pelar papas para hacer picadillo y en una de esas me volé un pedacito de piel en la rodillita del dedo gordo, me acuerdo que me asusté mucho porque quedó el circulito de piel en el pelador y a esa edad ni siquiera había considerado la posibilidad de que uno puede perder piel.  Me quedó la cicatriz y la adoro porque es de esas imperfecciones con un valor emocional.  Yo soy especialmente sentimental con las cicatrices, todas tienen un cuento, todas dicen algo de vos que te hizo como sos.  La de la nariz es mi favorita porque me recuerda a Nicaragua y el ratico que vivimos ahí.