domingo, 28 de agosto de 2011

Crecer clase media

Y digo clase media pero no estoy segura de dónde debería de ubicarme a mí misma. 

Estaba escribiendo otro post, uno sobre esas cosas que me recuerdan particularmente a los demás, un día de estos lo publico.  Cuando me di cuenta de que muchas cosas que recuerdo de mi infancia son símbolo de haber crecido en una familia en una lucha económica constante.  Claro, entre otros factores no ayudó que fuéramos cinco hijos.

Y me puse a pensar en lo que eso representa.  Me puse a pensar en todas las conversaciones que uno tiene con compañeros de trabajo, de estudio o de birras, y cuantas veces hablamos de las dificultades que vivimos cuando crecíamos.  Lo curioso es que a veces esas conversaciones, sobre todo cuando hay birra en mano, se convierten en una competencia por quién la vio más fea.  Muy contrario a cuando estábamos en el cole -ojalá cole público- y el pique era por ocultar que nuestras mamás estaban preocupadas por los recibos, los uniformes que no aguantaron al fin del año o el libro ese que pidieron para español.  No, no, no, en esa época ser un lavado era lo más vergonzoso, impensable aceptarlo en voz alta.  Ahora no nos da pena decir que estamos quebrados y llevamos el haberle ganado la lucha a la escasez que pasamos como una insignia bordada en el pecho.  Sobreviviente, sí, señor, yo sé lo que es ir a la pulpe a pedir fiado o decirle al casero que mi mamá me dijo que no estaba, que le dejara el recado.

No es cuento, una vez en mi antiguo brete nos pusimos a contar los cuentos de cuando a uno lo nalgueaban y nos reímos mucho pero eso parecía un festival de agresión infantil: chancletazos, fajazos, castigos e insultos varios.  ¿Dónde estaba el PANI en esas épocas?  Todavía me acuerdo la risa con que un compa limonense nos decía que allá uno no le contesta a la mamá nunca porque los chiquitos saben bien que ese manazo en la bemba les va a doler de acá al próximo año, cho.

¿Será un mecanismo de defensa eso de reírnos ahora de lo difícil que fue?  Lo decimos en voz alta, lo compartimos con los amigos, nos contamos las tragedias hasta cierto punto con relativa facilidad y casi que formamos un grupo de apoyo.  Yo sí he notado que la mayoría de mis amigos cercanos y más antiguos tienen daddy issues, resueltos o no, pero crecieron con algún tipo de ausencia o distancia emocional de sus papás y nos acercamos como si tuviéramos un radar.  ¿Eso también es característico de la clase media?  Casi todos ya resolvimos el tema de la mejor forma en que pudimos y estoy orgullosa de cómo salieron adelante, pero de adolescentes o veinteañeros -cuando todavía no entendíamos tan claramente eso del perdón- el asunto pendiente con nuestros papás era parte de nuestro resentimiento con el mundo.  Pero a estas alturas del partido como que logramos resolver y seguir pa'lante, mandagüevo si no.

Mmmm... ahora que lo pienso, casi ninguno de esos amigos es papá todavía... pasitos cortos, me imagino.

Entonces, Caracolito, muchos sabemos lo que fue usar ropa heredada de nuestros hermanos y no ver nada nuevo si no era Navidad -y con suerte en Navidad-, ir a escuelas y coles públicos con pupitres rayados en clases de 45 estudiantes, aprender inglés por nuestra cuenta -los que aprendimos-, extenderle la vida útil a los uniformes o salveques del cole, ir al Indoor o a la Guaria sólo porque el amigo de un amigo tenía membresía y nos acordamos de cuando nos pusieron cable en la casa porque el cable era un lujo y no crecimos viendo tele  con subtítulos como los compillas de plata.  No, y ni pensar en tener más de una tele en la casa, no, no, eso era para millonarios, esos que tenían beeper o celular o carro -en singular-.  Un compa vacilaba con que en su casa los frijoles nunca se echaban a perder, nada más fácil que echarles bicarbonato de sodio y juegan por un par de días más.

Claramente yo entiendo el querer darle a nuestros hijos una vida mejor, que tengan las cosas que no tuvimos, pero qué difícil no cruzar la línea y pasarse al otro lado donde no se dan cuenta de lo que cuestan las cosas.  La fe es encontrar ese balance en algún lado y enseñarles lo que nadie nos enseñó a nosotros: que la plata siempre es un asunto delicado, cómo administrarla cuando hay y cómo conseguirla cuando no hay.

Y es que ¿Se han dado cuenta lo malos administradores que salimos esta generación? Sin exagerar fácilmente el 90% de mis amigos están o han estado llenos de deudas por tarjetas o préstamos en algún momento, casi siempre en sus 20s, porque en realidad nadie nos enseñó a manejar la plata, y ¿cómo? si nunca había.

Yo aprendí a palos.  Cuando empecé a trabajar en sportsbooks ganaba muy bien, entonces hice fiesta y me volví loca gastando como si la plata no se fuera a acabar nunca, de paso compensando todas las carencias.  Mala idea.  Se me fueron los 20s sin aprender cómo usar la plata y entre otras cosas tuve que reacomodar mis prioridades y tener ingresos mucho más bajos para aprender que, al menos desde el punto de vista económico, la vida es una maratón no una carrera de 100 mts planos.  Hasta terminé visitando a una consejera financiera a ver si acaso.  Se las recontrarecomiento, es como terapia, en serio.  En serio.

Ahora las familias no tienen más de dos hijos pero sí tienen dos carros, todos tenemos cable pero cada uno lo ve solito en su tele en su cuarto, viajamos más pero conocemos Costa Rica menos o si paseamos acá es a los resorts todo incluido construidos para extranjeros, tenemos casas más grandes pero con menos patio y menos arbolitos, las familias viven en residenciales más seguros y lindos pero hay menos chiquillos con quiénes jugar y los vecinos se conocen menos, todos tenemos celular pero hablamos menos con los demás porque textear es más facil y barato.  'uta, no sé qué es peor.

Y tal vez es esa nueva clase media con tantas cosas materiales la que me hace cuestionar si yo crecí en clase media o en cuál.  Cosa más rara.

'nas noches,

m.

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