miércoles, 6 de enero de 2010

Alicia y el Mar

Desde que yo me acuerdo las Navidades se pasaban en familia y los 31s cada quien por su lado, tratando de hacer memoria me cayó la peseta que cuando mis papás estaban casados el 31 lo pasábamos con la familia de mi papá... ¡por eeeeeeso era! Como después del divorcio algunos de mis hermanos nos distanciamos un poco de la familia de mi papá entonces como que nos quedó la fecha libre para cada quien pasarla con sus amigos, respectivas parejas o lo que se nos ocurriera.

Agreguémosle que yo siempre trabajé esas fechas y no tenía chance como para irme de paseo o planear nada muy elaborado porque a veces salía tarde y nada, pasaron los años y mis hermanos y yo no pasábamos el 31 juntos.

Este fin de año como que el universo se alineó y pasamos no sólo el 31 sino la última semana del año juntos, nos salió una casita (casota) en el puerto y nos fuimos mi mamá, todo mi colocho de hermanos, sus respectivos cónyuges y sus hijos. Catorce en total.

 Pues a mí se me ocurrió llevar a Alicia "para que conozca el maaaaaar" le rogué a Luis -que como que desde el principio sabía que era una mala idea-. Tanta gente lleva a sus mascotas a la playa, yo los he visto: el perro la pasa bien, pasea, se revuelca en la arena y chapotea en las olas, se come la espuma y sonríe para las fotos que terminan en facebook y todo. Mi enana no, ella es especial.

Llegamos el martes en la noche, después de dos horas en el carro Alicia no tenía los mismos ánimos que cuando se montó, porque como tenía tanto rato de no andar en carro la pobre se subió con una ilusión y la colita a mil por hora: tikitikitiki (como dice Merce). Después de una hora iba a medio tiempo: tiki-tiki-tiki y ya al final se había resignado y se durmió en mi regazo. Cuando nos bajamos del carro le cayeron encima los tres perros del señor que cuida la propiedad, la pobre perra nunca había conocido perros hostiles y chilló como si la estuvieran matando... y ahí empezó la batalla por sobrevivir el paseo.

Ustedes tienen que entender que mi perra ha llevado una vida protegida, por no decir extremadamente chineada. Sus primeros cuatro meses de vida fueron bastante duros, cuando nos conocimos ella estaba desnutrida y mal cuidada, su hermanito en cambio era el doble del tamaño de ella y se veía bastante pochotón, y claro, si le robaba la comida a la enana ella se iba a quedar chiquita. Yo no tuve corazón para irme por lo conveniente y me la tuve que llevar a ella, simplemente no la pude dejar ahí donde no la cuidaban como se merecía. Ya en la casa comía como presidiaria: llevándose puñitos de comida corriendo al otro lado del patio antes de que alguien se la quitara. Cosita. Así que desde que me la llevé la hice parte de mi manada y me aseguré que lo supiera.

El miércoles amaneció un día precioso y decidimos llevarnos a Alicia a conocer el Mar. Ay, la ilusión de verla chapoteando en el agua y su cara de curiosidad cuando lo viera por primera vez. Pues la condenada perra detestó el Mar, desde el momento en que lo vió no confió en él y le dio miedo las olas y esa agua salada que amenazaba con ahogarla. Como que no todos los perros están hechos para el agua. Tomamos unas fotos lindísimas de ella nadando (batallando por sobrevivir) pero en realidad no reflejan el temor de ahogarse revolcada en una ola de ni medio metro.

Desistí de mi idea y pasamos el resto del día vagabundeando en una hamaca o cerca de la piscina, a la que Alicia veía de lejos con más desconfianza todavía; seguro le recuerda sus baños mensuales y prefiere no tener nada que ver con ese asunto de estar mojada y con frío esperando secarse al sol. Estos salchichas friolentos.

Alicia tiene ciertos instintos de salchicha, no todos porque está domesticada, nunca ha pasado mucho tiempo al aire libre ni ha cazado tejones pero digamos que es bastante curiosa y cualquier ser vivo le causa casi que una obsesión. En su cabeza todos los demás animales del mundo fueron creados para jugar con ella y ser sus amiguitos. Entonces caracolito, no era nada raro que en la noche del martes la enana estuviera oliendo curiosa un algo oscuro en los alrededores de la piscina, el problema es que de repente ese algo brincó. Para los que no saben: los sapos tienen un veneno que puede ser mortal para los perros pequeños y Alicia vino relamiéndose cuando la llamé asustada. ¡Luiiiiiiiis, esta perra babosa chupó un sapo!

Y empezó la verdadera batalla por su vida. La primera reacción por el veneno es una exagerada secreción de mucosa estomacal que la hace vomitar como loca, después se le paralizan los músculos, incluidos los de la mandíbula que se le sella como cemento y por lo tanto no puede vomitar más hasta que se ahoga, eventualmente se le para el corazón. Tiesa y con la mirada perdida la pobre perra parecía disecada, ahí fue cuando empecé a llorar asustada de que se me fuera a morir de una forma tan espantosa. Luis la abofeteaba y le sacaba la mucosa asquerosa, mientras yo conseguía un veterinario en el área (¡gracias, María!) y cruzaba los dedos por encontrar alguno que no estuviera de vacaciones.

Yo no me dí cuenta sino hasta después, pero en cierto momento mi pobre enana se empezó a ahogar y Luis hasta respiración boca-hocico le dió, por fin la llevamos al veterinario -gracias a Dorian que manejó como un desquiciado- y Alicia vivió para contar la historia -o para verme contarla a mí-. Yo todavía no tengo hijos, por eso este tiene que ser el susto más horrible que me puedo llevar ahorita, ver a este pobre animal que depende de mí y que es parte de mi manada en ese estado... uf... Por un par de días estuvo con los músculos adoloridos, las pupilas dilatadas y con una memitis terrible, pero vivió y ya volvió a la normalidad. Qué salvada.

Pero les dejé la mejor parte para el final: según la veterinaria el veneno de sapo causa adicción en los perros porque aparentemente es un viajesote para ellos y les termina gustando, así que es común ver a un perro que ya pasó por la experiencia volverse loquito cuando ve un sapo. Así que mi perra se llama Alicia y es una adicta al veneno de sapo.


el sapo culpable de intento de homicidio


m.

PD. La veterinaria también nos dijo que es típico que en época de vacaciones lleguen citadinos con sus mascotas y le caigan de emergencia porque el perro tiene intoxicación por veneno de sapo. Así que un consejo: si les pasa a uds, lávenle el hocico al perro con abundante agua inclinándole la cabeza hacia abajo para que el agua con veneno salga y no se la trague, no obliguen al perro a tragar leche ni ningún otro líquido porque se le puede ir por la nariz y causarle una infección en los pulmones. Compren Elixir de Atropina (¢700 en cualquier farmacia) y le dan a tomar 10cc con una jeringa. Con eso el perro aguanta más y les da más tiempo para llegar al consultorio del veterinario.

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